¿Un farmacéutico, un amigo?

Hace unos días en el telediario ofrecieron los resultados de un estudio que indicaba  que el camarero de tu bar de confianza puede convertirse también en un amigo e incluso en un confidente. La mayoría de los participantes del mismo indicaban también que realizaban confidencias a su camarero que nunca le harían a su pareja; ya sea por temor, desconfianza o simplemente porque los participantes en este estudio recibían de su camarero una atención más sincera y real que la de su propia pareja.

 

Hoy reflexionaba sobre esto atentamente. Y tengo que reconocer que durante mi baja maternal no conseguí  entablar gran confianza con el camarero del bar de la esquina, tampoco era un lugar que visitara habitualmente con mi recién nacido; pero si es cierto que encontré en la farmacéutica de mi barrio, a lo mejor es exagerado decir que una amiga, pero si tal vez una confidente a quien expresar las incertidumbres sobre mi nueva condición de mamá; y a la vez, una consejera que calmaba o sosegaba mis preocupaciones respecto a mi bebe o a mí misma.

 

No sé si esto será muy habitual; pero confieso que esa “labor social” que mi farmacéutica hizo conmigo, sobre todo durante ese periodo, me ayudo mucho. Y que igual que a mí me sirvió podría funcionar en enfermos, ancianos e incluso adolescentes.   

 

Tal vez habría que reivindicar, como también se reivindica en otros gremios, médicos, educadores, taxistas, camareros, por qué no...; que esa función social no fuese sólo una características a mayores de aquellos profesionales que realmente valoran y se implican en su trabajo, véase el caso de “mi farmacéutica”; sino en una obligación como cualquier otra de cualquier profesional en condiciones.